sábado, 7 de febrero de 2004

Héctor Larrea: "Rivadavia ya no era mi lugar"


Esculturas blancas y sin cuerpo. Héctor Larrea está fascinado con las figuras de humo de cigarrillo que salen de su boca. Las mira concentrado mientras piensa las respuestas a esos temas "que pueden ser malinterpretados". Como el de su "divorcio" de Rivadavia y su rápida incorporación a Radio Nacional (AM 870) . "Arrancaremos el primero de enero, de 9 a 13, con 'Una vuelta Nacional'", anuncia y se le ilumina la cara, está contento de verdad.
-No se va a llamar "Rapidísimo".
-Nooo. Nos pareció que ya estaba, que había pasado.
-¿Hubiese sido una provocación para las autoridades de Rivadavia?
-No creo.
-¿Qué se puede esperar del programa?
-Igual no va a ser, porque nunca se puede conseguir eso. Será el de siempre, pero enriquecido. Tenemos que trabajar mucho todavía, hasta que salga al aire. Hace mucho que tengo ganas de contar historias y federalizarnos. Por eso tendremos que viajar seguido.
-En eso Nacional calza justo.
-Exacto. También con mi estilo y con mi tipo de música. Hay una movida de folclore, rock y tango que me parece muy rica. Están Iaies, Juanjo Dominguez, Adriana Varela, Raly Barrionuevo, en fin, hay mucha música para poner.

La referencia sale sin malicia (sería impensable en él) pero tampoco desprovista de intención. Es que ese, el de la música, fue el detonante de los desentendimientos que terminaron con su salida de la emisora de Pueyrredón y Arenales.
-Sé que tuvo ofertas de otras emisoras. ¿Se inclinó por Nacional por la libertad y el alcance?
-Lo que más me entusiasmó fue la posibilidad de mantener la variedad en lo musical. Porque no es una radio que se maneje con target de público. Con nuestra llegada hay entusiasmo. Decir que vamos a generar conmoción sería tonto y absurdo, pero vamos a hacer nuestro aporte.
-¿Pateó el tablero por lealtad a sus oyentes, a usted mismo, hubo otros motivos...?
-No pateé el tablero, no creo que haya sido tan grave.
-Usted y Rivadavia estaban muy identificados.
-Puede ser, en fin, repito: no creo que haya sido grave. Básicamente tuvo que ver con lealtad conmigo. Suelo ser muy dubitativo y lento a la hora de tomar decisiones, pero esta vez no. Tampoco digo que la dirección de Rivadavia estuviese equivocada. Digo que no me interpretaron y por eso sentí que ese no era mi lugar. Es más sencillo de lo que la gente cree.
-¿Discutieron?
-No. Cuando me di cuenta de cómo iba a ser la cosa supe que no era para mi y se los dije con toda serenidad. Hablé con los dueños de la radio, con quienes tengo una excelente relación, y les pedí la rescisión del contrato. Salió rápido porque me parecía que sería muy grave y poco respetuoso empezar la temporada y después renunciar.
-¿Cómo se lo tomaron?
-Me entendieron. Me dijeron: "...mirá que se puede ser más elástico", pero les expliqué que no había posibilidades de elasticidad porque había cambios fundamentales. Ojo, no creo que la dirección esté equivocada, y se los aclaré. Es que me iba a sentir un "sapo de otro pozo".
-No estaba cómodo con el proyecto.
-Es tan sencillo como eso. Y cuando pasa eso no hay nada que hacerle. Si la radio quiere llevar un proyecto adelante, y no estoy de acuerdo ¿se va a ir la radio para que me quede yo? Eso es imposible.
-Está pecando de modesto. Usted era una marca registrada de Rivadavia.
-Es cierto, pero como sea, siempre se tiene que ir el tipo. No se puede ir la institución si el proyecto sigue adelante.
-Entonces fue la música, nomás.
-La música es la continuidad del pensamiento del conductor del programa. No es un tema menor. Porque de otra manera la gente se desconcierta. Te digo más: es muy probable que los que estén más atinados en cuestiones de target y estrategias comerciales sean los que manejan la radio. No obstante, yo me iba a sentir descolocado escuchando en mi programa música, que debe ser muy buena, pero que no me identificaba. Aunque suene pretencioso, lo de la música es una cuestión filosófica.
-¿Tuvo algún reparo?
-No. Ahí no pensé que me podía quedar sin trabajo, ni que me podía ir para siempre. No pensé nada.
-Salieron a apoyarlo muchos colegas: Mario Pergolini y Victor Hugo Morales, incluso lo hicieron al aire.
(Sonríe una vez más)-Me lo comentaron, sí. No lo escuché porque hace varios días que no prendo la radio. Es una exageración lo bien que hablan de mi siempre.
-¿Cómo se para ante el reconocimiento de generaciones más jóvenes?
-Hace poco acompañé a mi hija al sanatorio porque se había luxado un dedo. Una enfermera de unos 26 años me dijo: "hoy usted en su programa..." le contesté que me estaba macaneando, que no podía ser que me escuchara. Me aclaró que se había ido a vivir sola y que el único puente que tenía con su mamá era mi programa. Que desde chiquita ella sabía que cuando escuchaba la musiquita de "Rapidísimo" tenía que levantarse para tomar la leche e ir al colegio. Ahora, de una de las cosas que hablaba a la noche con su madre es de lo divertido que pasó en el programa. Esto es lo que debe pasar con Pergolini, Bobby Flores, Lalo Mir u otros más jóvenes. Tiene que ver con los afectos. Eso sí, no van a coincidir con mi música.
-¿Alguna vez reflexionó sobre qué es lo que, más allá de la popularidad, hace que algunos comunicadores, como usted, reciban tanto afecto y otros, en el mejor de los casos, respeto?
-Varias veces reflexioné, pero nunca llegué a una conclusión que me deje satisfecho sobre por qué me toman como alguien de la familia. Especulo con que tiene que ver con que vengo de clase media baja, con las necesidades básicas cubiertas con mucho esfuerzo. Es decir: tenía dos guardapolvos porque me los cocía mamá, y comía en casa y no en el comedor de la escuela. Pero tenía amigos de todas las extracciones, y cuando crecí, de todas las ideas políticas. Soy un ejemplar muy parecido a la mayoría y la condición humana que excede todo. El día que este país sea una maravilla, los problemas humanos y los propios de las relaciones interpersonales van a seguir existiendo. Por eso le hablo a la gente sencilla y trato de transmitirles mi experiencia de vida y la dicha de vivir. Por algo el slogan de nuestro programa es "celebrando la vida".
-¿Tiene que ver que abra el corazón al micrófono?
-Eso sí.
-Dice que en la TV ya hizo todo, ¿por qué?
-Porque si vuelvo haría más de lo mismo. Tampoco me gusta tanto. Yo hice TV empujado por mi entorno porque me decían que si no aparecía en la tele, me tenía que volver a Bragado en dos años. Si no se conoce tu cara, hoy en la radio no existís.
-¿A quién escucha?
-Me gustan Ari Paluch, Pergolini y Lalo, que hacen programas de AM en FM. También ahora está Pettinatto, que es genial. No sé como hace un programa tan difícil como "Indomables". A propósito, me invitó a darle consejos al aire para ser buen locutor.
-¿Cuáles serán?
-Si hay una chica linda en la radio hay que preguntar "quién la atiende" porque puede ser el dueño. No proferir improperios al operador porque se te pone en contra y perdés. Tampoco enrrollarse con chicas de la producción porque cuando el romance termina, en vez de comunicarte con D'Elía, te da con Alsogaray.

Gustavo Masutti Llach
Revista Ahora - Diario Crónica
Buenos Aires - Argentina
Foto: Clarín
Febrero de 2004

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